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El arte moderno llega a México en selfie

Sí, lo sabemos, ya terminó la exposición de Yayoi Kusama en el museo Rufino Tamayo, sé que muchos tuvieron la oportunidad de asistir y otros tantos se quedaron con las ganas de tomarse una foto dentro de la exposición. Experimentar un suceso artístico necesita quedar grabado no sólo en nuestro inconsciente, esa grandeza del arte que queda incluso meses después de haberla experimentado, visto, vivido, lo que acontece es dejar un testimonio de demostración hacia lo que realmente vale, lo que hace que todos digamos -¡wow! él o ella lograron ir, tengo que ir- ya sea porque nos enteramos por amistades con sentido igual de pretencioso que el que tenemos, o por los medios de comunicación que hacen alarde de exposiciones de artistas nuevos que por sus aportaciones estrafalarias o sus nuevas tendencias que son reconocimiento para los museos de arte contemporáneo se vuelven de conocimiento público, pero ¿Cómo podemos tener un buen filtro de arte contemporáneo?

Hace unos años, el portal deforma presentó un artículo que hacía mofa del arte moderno donde los críticos de nuestra era habían tenido que llegar a reconocer que lo que llamamos arte moderno no existe, son sólo una excusa para hacer sentir bien a gente sin talento. Bueno, algunas veces, puede que por mucha broma que fuera, tienen razón.

En México, las nuevas tendencias artísticas han sido motivo de reconocimiento en nuestro país, tomando en cuenta que somos la ciudad con el mayor número de museos en el mundo, entre galerías, museos, exposiciones, instalaciones y visitas de creadores artísticos que salen de los esquemas cotidianos, nuestra ciudad ha dado cabida a un sinfín de nuevos aportes que en muchos casos han trascendido más por la transgresión que representan sus obras que lo que realmente intentan expresar con su contenido.

Por poner un ejemplo, tan sólo en la ciudad de México, tenemos 7 museos que en sus salas dan espacio a las nuevas corrientes que van surgiendo, como el MAM (Museo de arte moderno) el MUAC (museo universitario de arte contemporáneo), el Rufino Tamayo, el Museo Jumex, el museo de San Ildelfonso. Interesantemente, todos estos museos han logrado redescubrirse por la cantidad de nuevas exposiciones que abren sus puertas a un público que no está acostumbrado al arte antiguo.

¿Cuál ha sido el enorme éxito de las exposiciones en México? El acceso a ella, se ha conseguido que el público mexicano visite museos para encontrar algo que replantee lo que conoce como arte, ya sea por una exposición que no sea de pintura, sino que juegue con los colores, o instalaciones que creen universos diferentes, sensaciones nuevas, y también, por qué no, expresiones que transgredan lo que pensamos y creemos.

Sin embargo, las expresiones artísticas contemporáneas, muchas de ellas, han tomado el rumbo de ser accesibles tanto en contenido como en acceso, lo que ha creado detractores y críticos que se plantean qué tan válido es para una obra de arte que se vuelva tan popular.

En el caso de la obra que hoy por hoy sale como tema de conversación para los gustosos del arte, la exposición de Yayoi Kusama sirvió como un nuevo esquema de cómo los capitalinos hemos rondado el arte por ser “in” hoy en día. Por supuesto que se vale cuestionar si uno, al ir a una exposición en un museo, se debe o no sacar fotos, y más aún, sacar fotos propias con una idea de ser parte de la obra, cosa que las instalaciones de Kusama tenían ese propósito, tomemos como un ejemplo ingenuo, que si uno tiene la oportunidad de viajar a otro país, con sus diferentes escenarios, sus diversas apreciaciones arquitectónicas o su imponente extracto de realidad que difiere de lo que vemos todos los días en nuestra ciudad, es claro que trataremos de perpetuar ese momento tomando una foto, pero no sólo eso, sino también dejar un vestigio de que nosotros experimentamos y fuimos parte de ese acontecer, en este caso, la obra se vuelve nuestra, nosotros nos volvemos parte de la instalación.

En el caso de la crítica por volver tan popular un suceso como una exposición en un museo, lo que saltó a la vista no fue realmente la apreciación o el goce de una obra que en su recorrido uno podía tardar media hora en recorrer toda la exposición, sino en el tiempo requerido para poder entrar, y a su vez, en atestar las redes con infinidad de fotografías que atestiguaban que uno había logrado entrar y ser parte de la obra, parecido a la misma obra, miles de fotos que se vuelven puntos de reconocimiento para un solo momento en un solo lugar. Ahora, si bien han llegado a nuestra ciudad otras obras con diferentes propuestas, algunas más elaboradas o con mayor aclamación de la crítica internacional, su difusión o su comprensión no fueron tema en este país, probablemente porque muchas de ellas aún son de desconocimiento por parte de las masas que buscaban ser parte del centro de atracción (muchos reconocen que jamás habían escuchado el nombre de Kusama antes de haber asistido o haber sido informados de su exposición en redes o por conocidos) llegando al absurdo de no saber al día de hoy cómo se llama la obra o el artista que vieron.

Para ejemplificar mi punto, comentaré una anécdota que muestra este grado de desconocimiento del arte moderno. En el 2006, tuve la oportunidad de asistir a la exposición de Demian Hirst que se presentó en la galería Hilario Galguera cuyo título de su exposición se llamaba “La ira de Dios y la nave de los locos”. Recuerdo que cuando pude asistir con un amigo, la galería estaba vacía, y no hubo costo alguno para el acceso. Recorrimos la sala por más de una hora, y encontramos muchas de sus grandes obras en un solo lugar. Lo que me llamó la atención, es que el artista es considerado como el artista vivo con la obra mejor pagada. Independientemente del gusto que se tenga o no por su obra, la difusión y el conocimiento del artista no fue algo que trascendió en ese tiempo en la ciudad, mucho menos conocido por la mayoría de mis amistades, pero dejó un enorme agrado en mi visita y en mi sentido de lo que un artista moderno puede llegar a crear.

Supongo que con todo esto, en México hemos redefinido que el arte requiere de atención, pero no para comprenderla, sino para darla a conocer, que es al final lo que reclama casi cualquier artista. Hablen mal, o hablen bien, pero que hablen, que sepan que existo, y ya que están por ahí, tómense una foto, que para eso está la obra.

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Axel Andonaegui

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