El arte moderno llega a México en selfie.
Sí, lo sabemos, ya terminó la exposición de Yayoi Kusama en
el museo Rufino Tamayo, sé que muchos tuvieron la oportunidad de
asistir y otros
tantos se quedaron con las ganas de tomarse una foto dentro de la
exposición. Experimentar
un suceso artístico necesita quedar grabado no sólo en nuestro
inconsciente,
esa grandeza del arte que queda incluso meses después de haberla
experimentado,
visto, vivido, lo que acontece es dejar un testimonio de demostración
hacia lo
que realmente vale, lo que hace que todos digamos -¡wow! él o ella
lograron ir,
tengo que ir- ya sea porque nos enteramos por amistades con sentido
igual de
pretencioso que el que tenemos, o por los medios de comunicación que
hacen
alarde de exposiciones de artistas nuevos que por sus aportaciones
estrafalarias o sus nuevas tendencias que son reconocimiento para los
museos de
arte contemporáneo se vuelven de conocimiento público, pero ¿Cómo
podemos tener
un buen filtro de arte contemporáneo?
Hace unos años, el portal deforma presentó un artículo que [hacía
mofa del arte
moderno](http://eldeforma.com/2011/11/18/descubren-expertos-que-no-existe-el-arte-moderno-es-solo-una-excusa-para-hacer-sentir-bien-a-gente-sin-talento/)
donde los críticos de nuestra era habían tenido que
llegar a reconocer que lo que llamamos arte moderno no existe, son sólo
una
excusa para hacer sentir bien a gente sin talento. Bueno, algunas
veces, puede
que por mucha broma que fuera, tienen razón.
En México, las nuevas tendencias artísticas han sido motivo
de reconocimiento en nuestro país, tomando en cuenta que somos la
ciudad con el
mayor número de museos en el mundo, entre galerías, museos,
exposiciones, instalaciones
y visitas de creadores artísticos que salen de los esquemas cotidianos,
nuestra
ciudad ha dado cabida a un sinfín de nuevos aportes que en muchos casos
han
trascendido más por la transgresión que representan sus obras que lo
que realmente
intentan expresar con su contenido.
Por poner un ejemplo, tan sólo en la ciudad de México,
tenemos 7 museos que en sus salas dan espacio a las nuevas corrientes
que van
surgiendo, como el MAM (Museo de arte moderno) el MUAC (museo
universitario de
arte contemporáneo), el Rufino Tamayo, el Museo Jumex, el museo de San
Ildelfonso. Interesantemente, todos estos museos han logrado
redescubrirse por
la cantidad de nuevas exposiciones que abren sus puertas a un público
que no
está acostumbrado al arte antiguo.
¿Cuál ha sido el enorme éxito de las exposiciones en México?
El acceso a ella, se ha conseguido que el público mexicano visite
museos para
encontrar algo que replantee lo que conoce como arte, ya sea por una
exposición
que no sea de pintura, sino que juegue con los colores, o instalaciones
que
creen universos diferentes, sensaciones nuevas, y también, por qué no,
expresiones que transgredan lo que pensamos y creemos.
Sin embargo, las expresiones artísticas contemporáneas,
muchas de ellas, han tomado el rumbo de ser accesibles tanto en
contenido como
en acceso, lo que ha creado detractores y críticos que se plantean qué
tan
válido es para una obra de arte que se vuelva tan popular.
En el caso de la obra que hoy por hoy sale como tema de
conversación para los gustosos del arte, la exposición de Yayoi Kusama
sirvió
como un nuevo esquema de cómo los capitalinos hemos rondado el arte por
ser “in”
hoy en día. Por supuesto que se vale cuestionar si uno, al ir a una
exposición
en un museo, se debe o no sacar fotos, y más aún, sacar fotos propias
con una
idea de ser parte de la obra, cosa que las instalaciones de Kusama
tenían ese
propósito, tomemos como un ejemplo ingenuo, que si uno tiene la
oportunidad de
viajar a otro país, con sus diferentes escenarios, sus diversas
apreciaciones
arquitectónicas o su imponente extracto de realidad que difiere de lo
que vemos
todos los días en nuestra ciudad, es claro que trataremos de perpetuar
ese
momento tomando una foto, pero no sólo eso, sino también dejar un
vestigio de
que nosotros experimentamos y fuimos parte de ese acontecer, en este
caso, la
obra se vuelve nuestra, nosotros nos volvemos parte de la instalación.
En el caso de la crítica por volver tan popular un suceso
como una exposición en un museo, lo que saltó a la vista no fue
realmente la
apreciación o el goce de una obra que en su recorrido uno podía tardar
media
hora en recorrer toda la exposición, sino en el tiempo requerido para
poder
entrar, y a su vez, en atestar las redes con infinidad de fotografías
que
atestiguaban que uno había logrado entrar y ser parte de la obra,
parecido a la
misma obra, miles de fotos que se vuelven puntos de reconocimiento para
un solo
momento en un solo lugar. Ahora, si bien han llegado a nuestra ciudad
otras
obras con diferentes propuestas, algunas más elaboradas o con mayor
aclamación
de la crítica internacional, su difusión o su comprensión no fueron
tema en
este país, probablemente porque muchas de ellas aún son de
desconocimiento por
parte de las masas que buscaban ser parte del centro de atracción
(muchos
reconocen que jamás habían escuchado el nombre de Kusama antes de
haber
asistido o haber sido informados de su exposición en redes o por
conocidos) llegando
al absurdo de no saber al día de hoy cómo se llama la obra o el artista
que vieron.
Para ejemplificar mi punto, comentaré una anécdota que
muestra este grado de desconocimiento del arte moderno. En el 2006,
tuve la
oportunidad de asistir a la exposición de Demian Hirst que se presentó
en la galería
Hilario Galguera cuyo título de su exposición se llamaba “La ira de
Dios y la
nave de los locos”. Recuerdo que cuando pude asistir con un amigo, la
galería
estaba vacía, y no hubo costo alguno para el acceso. Recorrimos la sala
por más
de una hora, y encontramos muchas de sus grandes obras en un solo
lugar. Lo que
me llamó la atención, es que el artista es considerado como el artista
vivo con
la obra mejor pagada. Independientemente del gusto que se tenga o no
por su
obra, la difusión y el conocimiento del artista no fue algo que
trascendió en
ese tiempo en la ciudad, mucho menos conocido por la mayoría de mis
amistades, pero
dejó un enorme agrado en mi visita y en mi sentido de lo que un artista
moderno
puede llegar a crear.
Supongo que con todo esto, en México hemos redefinido que el
arte requiere de atención, pero no para comprenderla, sino para darla
a
conocer, que es al final lo que reclama casi cualquier artista. Hablen
mal, o
hablen bien, pero que hablen, que sepan que existo, y ya que están por
ahí, tómense
una foto, que para eso está la obra.