Aunque parezca de risa, la política es muy seria.
Si pudiera definir
con una palabra lo que provoca la política en México, el término exacto
sería
“increíble”. Pero el concepto puede utilizarse de dos modos, uno en el
sentido
cotidiano de que uno cuestiona la credibilidad de la información que
sale de todas
las noticias referentes a la política y a sus practicantes, como el
hecho de
los sobornos, la corrupción, la infamia, el nepotismo, el cinismo, y
cualquier
nota referente a un servidor público que nos hace cuestionar si puede
ser
tomada como broma o difamación; y el segundo sentido, es un poco más
sutil,
pues muestra que la política en México ya no es creíble, no en los
albores de
la línea delgada entre lo imposible y lo real, sino en la certeza de
que no se
puede ya creer en ningún personaje que ocupe o que busque un cargo en
el
sistema político mexicano.
Hoy se ha hecho eco de una más de las historias “increíbles”
que han salido en los periódicos y en las notas de Internet, la
precandidatura
del futbolista Cuauhtémoc Blanco para contender por la Presidencia
Municipal de
Cuernavaca. La noticia ya en sí misma es jocosa, pues ¿Quién habría
tomado en
serio una candidatura como tal hace 10, o hace 5, o antes de Peña
Nieto?
Supongo que desde la llegada de un actor de la política que no sabía ni
donde
estaba parado, era inminente el destape de candidatos “libres” que
buscaran el
mismo panorama, pues ¿Quién no pensaría en tener un hueso, si lo único
que hace
falta es ser popular hoy en día? La respuesta está de sobra.
Curiosamente, y por si fuera poco para generar pena ajena a
nivel internacional (la nacional se perdió hace mucho), se encuentran
otros
personajes del medio de la farándula buscando una candidatura, como el
caso de
Lagrimita –El mismo que decía “Qué barato” cuando era niño– ahora busca
ser
alcalde de Guadalajara. A estas alturas, no me extrañaría que su
eslogan de
campaña utilizara su famosa frase, tal parece que hemos perdido hasta
el
sentido del humor, pues éste ya nos ha superado.
Sin embargo, no es la primera vez que un personaje que no
tiene trayectoria política o conocimientos sobre política busca (o le
hacen
buscar) un puesto en el gobierno. Recuerdo en las pasadas elecciones
del 2012
la candidatura a diputado federal del PRI del conductor Raúl Osorio,
buscando
votos, llegó incluso a vestirse de superhéroe y posar con los logotipos
de los
partidos con los que contendía, algo similar lo hizo Roberto Palazuelos
para su
candidatura de presidente municipal de Tulum.
Con estos datos, uno se pregunta ¿En qué estarán pensando? Y
también ¿En qué estarán pensando quienes consideran a estos personajes
como
posibles candidatos? La respuesta, por desgracia, es sencilla:
Credibilidad.
Nuestro interés por la política es tan nulo como la preparación que
tienen
estos ciudadanos para contender por un cargo público, la noción de un
político
era pensar que alguien con preparación y conocimientos en su rubro
debía ser la
mejor opción, pero qué pasa cuando tanta tradición de buscar y saltar
de un
cargo a otro, reciclándose sin reinventarse y teniendo los mismos
vicios consiguen
una y otra vez tener un lugar en la política desgastada de este país,
sucede
que la imagen recae en la ignominia, y con ello, propuestas nuevas,
salidas
incluso de lugares que uno consideraría burdos o risibles, son hoy por
hoy lo
que probablemente muchos mexicanos estén viendo como una opción para
salir de
ese círculo vicioso, a costa de experimentar, y que el resultado,
también
probablemente, sea desastroso.
La idea que tenemos de cambio en lo que a política se
refiere, tiene como parte aguas la noción de que el cambio vendrá del
pueblo,
pero un pueblo con altas expectativas de generar ciudadanos conscientes
y
letras que busquen el bien común ¿No es eso acaso ingenuidad de
conciencia de
nuestro pueblo? La sociedad a la cual pertenezco, es reflejada
directamente por
la clase política que se encuentra tomando las decisiones en este
momento, si
fuera de otro modo ¿Cómo se explicaría esta crisis de candidatos cuya
hoja de
vida es saber actuar, patear un balón y hacer reír?
No me malinterpreten, estoy seguro que en muchos de los
casos estas figuras que buscan contender son muy buenos en lo que
hacen, y no
por ello, serían malos tomando decisiones para beneficio de la
comunidad a la
que quieren representar, pero si se va a partir de esa noción, la
experiencia
nos dicta que hay que tener cautela para este tipo de escenarios de
ser
gobernados o representados por personajes cuya formación o carrera no
está
enfocada en el conocimiento, sino en el entretenimiento.
¿Cómo salir airosos de un Sistema político descompuesto sin
caer en los extremos? Las elecciones para elegir representantes
estatales y
federales aparece como un ejercicio que sigue haciendo pantomima por
tener
sustento legal para seguir haciendo lo mismo. Las 3 fuerzas políticas
que rigen
los 3 poderes buscarán tener mayor porcentaje de representación para
que sea
más fácil hacer pasar sus propuestas y negociar sus intereses, si a eso
le
sumamos otros 4 partidos que si bien no son mayoría, buscan sumarse a
esos
porcentajes para seguir subsistiendo y funcionar como partido parásito,
los
resultados se siguen reduciendo a 3 opciones; y ahora, se tendrán 3
nuevos
partidos, de los cuales 1 ya contendía como propuesta desde las
elecciones del
2012.
Y con esto regresamos al meollo del asunto, ¿Podemos confiar
en nuevos candidatos salidos de cualquier parte? Mi intuición me
asegura que
sus propósitos y cumplimiento por el beneficio de su comunidad está muy
alejado
de lo que ellos entienden por bien común y qué aportes podrían generar
de ser
elegidos como candidatos. La razón es simple, su figura de popularidad
les
permitió tener lujos y conseguir atención en su vida privada y su
acontecer
público, si bien pudieron comenzar en una situación precaria, hoy se
encuentran
en una situación de confort y ello lo relacionan con su esfuerzo, pero
hacer
política debe encontrarse en una intención de humildad y conocimiento
de la
situación precaria que se sigue viviendo no alejado de cómo se vive,
pues eso
sólo sería una simulación por querer justificar en su esfuerzo la clase
de vida
que llevan y no sentir incomodidad por ver el escenario de crisis en el
que nos
encontramos. Un jugador de fútbol, o un comediante, o un actor, podrán
conocer
y reconocer las circunstancias en las que se viven millones de
personas, pero
eso no los hace generadores del cambio si no tuvieron la osadía de
utilizar su
fama para arriesgarse a mostrar parte de la corrupción que incluso
aqueja el
medio del que vivieron, y si un payaso, busca tener credibilidad para
manejar
los recursos y las leyes de un lugar, considero que el primer acto
sería
postularse sin utilizar el nombre artístico que lo vio nacer, en
palabras celebres
de Lagrimita cuando hizo pública su intención de ser alcalde: “Aunque
parezca
de risa, esto es muy en serio”.
[](http://3.bp.blogspot.com/-bGXSqxot3yw/VMaRXwzEydI/AAAAAAAABKM/uZFXKfIlDvw/s1600/cuau7.jpeg)