¿A donde vamos Mamá?
¿A dónde vamos
mamá?, preguntaba con ahínco tratando de saber si me podría dar una
respuesta. Mamá estaba seria, todo lo que
llevábamos de camino no pronunció una sola palabra, su mirada estaba
fija en la carretera, las manos, cual espuelas en el volante, no le
permitían separarse del automóvil, mientras mi hermana, que estaba del
lado del copiloto, se mantuvo dormida todo el camino, pues lo que menos
quería era causar problemas con lo estresada que estaba mi mama, tal vez
se hizo la dormida durante todo el trayecto.
Yo mientras iba en
la parte de atrás, pensando justo en lo que había pasado horas antes con
la discusión entre mi padre y mi madre, ya habían tenido varios
conflictos de los cuales ninguno pudieron arreglar. Mi padre, que era
Ingeniero, la mayor parte de las veces no llegaba a la casa por los
horarios que tenía en la fábrica donde trabajaba, y mi madre siempre al
desvelo por esperar la hora de su llegada. Casi todas las veces, dejaba
la lámpara encendida para saber si ya había llegado, mucha s de esas
veces yo no podía dormir debido a lo fotosensible que soy, pero trataba
de mantener los ojos cerrados e imaginarme que realmente mi papa ya
había llegado. Mis padres llevaban juntos más de 20 años de casados,
vivíamos a las afueras de la ciudad, siendo que la fábrica en donde
trabaja mi papa le quedaba bastante cerca del hogar. Mi madre, quién
tenía el oficio de fotógrafa, había dejado todos sus gustos y talentos
por tratar de dar el mayor tiempo posible a nosotros. Yo nací cuando mi
madre tenía 32 años, mientras que cuando nació Alejandra, ella ya tenía
más 40, pero seguía con una fortaleza que no había visto en ninguna
mujer de su edad. Ella había conocido a mi padre una vez que fue a tomar
fotos para una revista especializada en electrónica, mi padre en ese
entonces era un destacado ingeniero el cual le había llamado mucho la
atención mi madre, y según recuerdo, él me dijo que tuvo la destreza de
enseñarle las instalaciones de la fábrica, y mi madre se había enamorado
de él por su cortesía de aquel día
Venía pensando
todo eso durante el trayecto, y tratando de saber el porqué había
terminado todo el amor que se tenían el uno al otro, tal vez fue la
monotonía que creció en su relación, ó la llegada de mi hermana
Alejandra, ó los horarios extenuantes de mi padre, ó la desesperación de
mi madre, realmente no lo sé, solo puedo tener una certeza de que ya era
muy tarde, y todo se había acabado entre ellos, ahora íbamos a un camino
desconocido, y mi padre no estaría a nuestro lado, siento que en parte
fue culpa mía, por nunca meterme en sus situaciones, tal vez si hubiese
sido más apegado a ellos y dejar a un lado mis pensamientos en torno a
Valentina, nada de esto estaría pasando. Valentina me lo había dicho ya
desde hace unos meses, ella se había dado cuenta de la situación de mis
padres aquel triste sábado que fue a mi casa para terminar la relación,
había visto a mí padre unas horas antes de ir a mí casa saliendo de un
cine acompañado de una mujer, pero no quise creerle debido al coraje que
me dio el haber terminado nuestra relación. Aún sigo sintiendo el dolor
de su perdida, pero ella antes de despedirse me dijo que primero debía
de cuidar a mi hermana, ya que ella era la más afectada de todo esto, en
ese momento no tome en serio sus palabras, tal vez ella veía venir este
trágico final, no lo sé.
Íbamos a una
velocidad cada vez más rápida, al menos yo sentía eso, los arboles y el
paisaje parecían verse cada vez más aprisa, empezaba a sentir más
notoriamente un tapón en mis oídos, mientras trataba de pasar saliva
para que no fuera tan frecuente. Mi hermana por el otro lado, empezaba a
inquietarse por el acelere de mi mama, quien cada vez se veía más tensa
conforme íbamos avanzando en el camino. Seguía sin saber a dónde íbamos,
mientras que el paisaje se iba difuminando cada vez más en mi memoria,
como aquellos cuadros de paisajes iluminados que con el tiempo se van
haciendo viejos y van adquiriendo una tonalidad en color sepia. Ya
llevábamos más de 5 horas en el auto, y simplemente no veía fin a
nuestro recorrido. Por fin logré divisar un letrero enorme que decía
“Michoacán 3 km”, y me hizo pensar en que probablemente
íbamos para casa de mi tía, ella ha vivido ahí desde que se caso, y no
la he vuelto a ver desde hace dos años, que fue precisamente cuando
fuimos a su casa para conocerla. Recordé que mi mama le tenía un gran
aprecio a mi tía y no suponía otra opción más que la de ir a verla para
poder contar con su apoyo.
Llegamos a un
camino desolado, y estábamos a punto de cruzar un tramo de la carretera
en donde del otro lado había solamente colina abajo, mi
mama siguió con la misma velocidad, y mi hermana por fin se despertó de
su sueño ficticio. En ese momento, volteé al espejo retrovisor y vi la
mirada de mi madre viéndome fijamente con unas lágrimas recorriendo cada
una de sus mejillas, soltó el volante y con una mirada melancólica giró
a vernos mientras que el carro se dirigía hacia el precipicio, de
pronto, de sus labios temblorosos y fríos, logro decir estas últimas
palabras, - “Al menos me quedé con ustedes”.
Fuimos a dar al
precipicio, todo comenzó a girar de una manera vertiginosa, la
fragilidad de nuestras vidas se hizo presente, y en aquel momento, el
último recuerdo que llegó a mi mente, fue una tarde de domingo, en donde
mi padre nos llevo al circo, e íbamos toda la familia, mientras que mi
hermana, feliz de una manera tan inocente, me volteó a ver,
y me dijo “Ojalá este momento quede por siempre en nuestras
vidas”.